

Sus más de doscientos kilos de peso le pasaron factura al final cuando volaba hacia Holanda para participar en un concierto. El corazón le falló y Solomon Burke ya no podrá volver a los escenarios para alegrarnos con su carácter, sus flores, su música y su simpatía.
Donde quiera que actuara se metía al público en el bolsillo. Se 'hacía de querer' desde el momento en que se encendían las luces y aparecía en el escenario, pues no podía caminar y tenía que ser llevado en una silla de ruedas hasta el 'trono' desde el que desarrollaba, protagonizaba y dirigía un gran concierto-espectáculo.
En un momento dado, invitaba al público a estar con él, entregaba rosas a las mujeres que se le acercaban y mientras firmaba autógrafos y lo agarraban para hacerse una foto, él seguía cantando. Sabía controlar los momentos y cuando decía, "ahora vamos a sentarnos a escuchar", todo el público que había subido al escenario se sentaba con él y guardaba el más respetuoso silencio. No hacían falta guardias de seguridad ni organizadores.
Cuando su concierto terminaba, se despedía con un 'God bless you all' (Dios os bendiga a todos) y parecía como si, a pesar del esfuerzo y del cansancio, le doliera a él más que al público, abandonar el escenario.
Jazz San Javier nos dio la oportunidad de verlo en dos ocasiones, y ese es el recuerdo que guardaremos con todo cariño. Gracias por todo y que Dios te bendiga, Solomon Burke.